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jueves, 31 de marzo de 2011

EL COFRE DE MADERA

Hacía muchos años que Clara conservaba en su casa un bonito cofre de madera, un cofre de líneas sencillas pero de belleza singular. Estaba cerrado por un pequeño candado dorado, que bien parecía de oro. Nadie más que ella sabía que contenía aquel cofre, guardaba su llave desde hacía décadas.

Un día de frió Otoño, de esos que invitan a quedarse en casa, Clara convoco a sus nietos e hijos, para contarles una historia de aquellas que ella solía contar. Esta vez, todos se llevaron una gran sorpresa, ya que cogió el cofre y lo abrió con cuidado. Estaba lleno de pequeños recuerdos, pero sobre todo lleno de amor.

Una vez abierto, saco de él un pequeño papel doblado sobre si mismo, y lo desdoblo con lentitud, cogió sus gafas y miró a sus hijos y nietos.
 -A llegado el momento de abrir este viejo cofre,  para que sepáis lo que guardo en el- dijo con una cariñosa mirada-. Esta es la historia más hermosa jamás contada, es la historia de mi vida, de vuestras vidas, quiero que  la recordéis porque nunca más la volveré a contar. 

Sus hijos y  nietos se acomodaron en torno a ella, predispuestos a escucharla con mucha con  atención. En sus caras se reflejaba  ilusión e incertidumbre por saber esa historia, que con tanto recelo guardaba su abuela en aquel cofre. Se preguntaban: ‘’¿porque  quería contarla ahora y no antes?’’

Hace ya muchos años –comenzó a contar la abuela – tantos como  tengo yo, en un pequeño pueblo de la provincia de Madrid, nació una niñita muy linda, a la que llamaron Clara.  Tenía el pelo negro como el azabache, de  piel morena y ojos turquesa.  Ya desde pequeña destacaba su personalidad. Era la pequeña de tres hermanas, pero según fue creciendo, nadie podría imaginarse que fuera la más pequeña de las tres, ya que las manejaba a su antojo.
Su niñez y juventud transcurrieron con normalidad. En la primavera de hace un par de años,  Clara se enamoro, fue a los dieciocho años, cuando conoció al hombre de su vida, diez años mayor que ella. Su familia no acepto bien el  noviazgo de su hija, la decían que era muy joven para salir con un chico tan mayor, pero a ella  no la importo lo que pensaran sus padres,  sabía que era el hombre de su vida, el hombre con el que se quería casar y formar una familia.

José se llamaba, su amor, un hombre de gran porte, de figura elegante y corpulenta, ojos azules como el mar, y una simpatía arrolladora capaz de conquistar a cualquier mujer que se precie. Vecino del pueblo de al lado, hijo de  agricultores, de familia acomodada.
 Cuando José, contó a su familia su deseo de casarse, se creo un gran revuelo, entre  risas y alegrías. Le animaron a casarse.  Sus padres le decían constantemente: ‘’a ver si así, asientas la cabeza hijo’’

Clara y José se casaron, se fueron a vivir de alquiler a una casa del pueblo, y allí nacieron sus hijos, tres hermosos niños  al los que llamaron Carmen como la abuela, José como el padre y Clara como su madre.
 José era un padre muy atento y enamorado de su familia, le encantaba jugar con sus hijos al llegar de trabajar. Carmen y José recordaron esos momentos con gran claridad, esos momentos en los que su padre se tiraba al suelo con ellos y jugaban a pelearse. Clara no recordaba nada, pues era aún un bebé.

Cuando se instalo la República en España,  fue elegido Alcalde de su localidad. Fue querido por los pobres, y no tanto  por los ricos, que  les obligaba a pagar a los obreros un salario digno, y estos miraban con malos ojos obtener menor beneficio al tener que pagarles más. Disfrutaba ayudando a los más necesitados y haciendo comprender a los que más tenían que debían ser más consecuentes y tratar a sus obreros con dignidad.

Lo que no esperaba él es que unos desalmados hicieran estallar una guerra Civil en España, por no tolerar la libertad que en esos momentos disfrutaba todo el mundo. Fueron años duros, de crímenes entre hermanos, y familias rotas por diferentes ideologías políticas.

José a pesar de ser republicano, y luchar en contra de los nacionalistas, no estaba de acuerdo con ciertas acciones que sus camaradas hacían. El decía que las guerras no se ganan quemando iglesias y monasterios o violando y matando a monjas y curas. Pero todos actuaron inmoralmente, tanto de un bando como de otro.

A él en esos momentos se le ocurrió, que si repartía a los nacionalistas del pueblo un carnet del Partido no les harían daño. Y así fue como algunos se salvaron.

Por aquel tiempo Clara lo pasó mal, noches enteras esperando a que su marido llegase  a casa, pasando horas y horas con el oído en la radio. Cuando se terminó la guerra y España fue tomada por las tropas de Franco, el miedo y la incertidumbre se apodero de José.


 Unos huyeron del país y otros se quedaron. José, que a pesar de haber intentado convencerle de que abandonara España, no quiso hacerlo. ‘’El huir es de cobardes’’ les decía, ‘’Yo  no he hecho nada más que luchar por la Libertad. ’’

Cada noche que pasaba era como la última, aprovechando los mejores momentos conyugales y disfrutando de sus hijos. Una noche le fueron avisar de que habían oído por ahí que iban a ir a por él.
El ya sabía que un día de estos iba a pasar. Esa noche cogió a sus tres hijos y se los metió en su cama junto a su mujer, y no paro de besarlos y achucharlos diciéndoles al oído: ‘’Pase lo que pase, siempre estaré con vosotros, no físicamente pero si espiritualmente,  no dejare que nada, ni nadie os haga daño. ‘’ Clara no paraba de llorar, y él con  semblante sereno la consolaba.

 No tardaron mucho en ir a por él a la mañana siguiente, cuando aún no había salido el sol, aporrearon la puerta de forma brutal. Al abrir, dos soldados con metralleta en mano se lo llevaron, los niños lloraban sin consuelo, ella  con toda la dignidad que podía en esos momentos, le abrazo y beso sin parar. Ya a lo lejos se le oía gritar: ‘’ ¡os quiero hijos míos, siempre os llevare en mi corazón, vuestro padre a sido bueno,  nunca olvidéis  porque me van a matar!, tan solo ha sido por querer la libertad. ‘’

Clara salió corriendo para avisar a su familia de tal fatalidad, su madre no daba crédito de ello y  no paraba de preguntarse  porque había sucedido.
Algunos familiares no quisieron implicarse en el caso, al contrario que otros, ayudaron a Clara y la proporcionaron un Abogado. Que a pesar de su empeño,  no pudo hacer nada por él. Todo estaba escrito, no había vuelta atrás, sería ejecutado.

Le metieron en la cárcel, en una celda fría y húmeda, sin apenas luz, le acusaron de asesino sin poder defenderse.  Clara siempre que podía se acercaba a verle a la cárcel, dejaba a los  pequeños con su hija mayor. 
La familia la dio la espalda, por miedo a que les salpicara el asunto también a ellos. Pero Clara, fuerte como ella sola, iba todos los días que podía, le  llevaba  leche fresca y un mendrugo de pan. En aquellos encuentros, José no paraba de preguntar por sus hijos y su familia, a veces estaba animado, pero otras muchas, no paraba de llorar. No le preocupaba lo que le pudiera pasar a él, sino el futuro de sus hijos y su mujer.
Un año después fue  ejecutado en las tapias del cementerio. Por la espalda, con un disparo directo  a la nuca que le  hizo caer al suelo gritando Libertad.
Fueron años duros, para ella y sus tres hijos,  tuvieron que hacerse grandes, siendo unos niños.  Ayudaban  a su madre, que a pesar del dolor que sentía, sacó fuerzas de donde no las tenía. No se metieron mucho con ella, algún que otro desprecio tuvo que aguantar. Lo que más la dolía, era que se metieran con sus hijos, pero afortunadamente no se portaron mal, era costumbre rapar el pelo a los familiares de los rojos ejecutados o encarcelados.

Su hijo José, con tan solo siete años, empezó a trabajar con una bici pesada cargada de litros de aceite, salía cada mañana cuando aun no había salido el sol y  se iba a otros pueblos hacer estraperlo. De ese modo, pudieron subsistir un tiempo. Mientras, Clara se puso a trabajar lavando  uniformes de los militares, y tejiendo  jerséis de lana para después venderlos. Así saco adelante a sus hijos, hasta  tuvo la valentía de comprarse una casa.
 Algunas veces, resonaban en su cabeza  las  palabras que su marido la dijo antes de morir “siempre estaré con vosotros” con esa convicción, y sintiendo que así era, sacaba las  fuerza necesaria para decidir sobre las  acciones que debía seguir.

Sus hijos, recordaban todo lo que su madre estaba contando, pero nunca lo mencionaban, era como si quisieran borrarlo de su memoria.
Sus nietos, alguna vez preguntaron por su abuelo José, a lo que tanto su abuela como sus padres les contestaban, que había muerto, pero nunca les dijeron los motivos, ellos imaginaban que había muerto como todo el mundo, por alguna enfermedad o por los estragos del tiempo. Y ahora se estaban enterando por primera vez, que tuvieron un abuelo, que no murió de muerte natural, que le quitaron la vida por gritar Libertad.

Al concluir su historia, Clara con lágrimas en los ojos, saco del cofre de madera un puñado de cartas y empezó a repartirlas entre sus hijos, estaban separadas por nombres, los nombres de cada uno de sus hijos, cartas que cada día que paso en prisión escribió a sus hijos y esposa, estos las cogieron, pero antes de ponerse a leerlas, todos unidos en un fuerte abrazo gritaron LIBERTAD. Sus nietos, se unieron al abrazo, sin dejar de llorar, nunca jamás habían escuchado una historia similar.

Después de calmarse todos, preguntaron a su madre el por que decidió abrir el cofre, a lo que ella les respondió: ‘’ya no había miedo de repesarías el gran señor había muerto y vivimos en Libertad’’. Ninguno se dio cuenta de que tal día como ese su padre fue ejecutado, y en conmemoración del día decidió abrir su cofre y contarles  toda la verdad, la verdad que José la dijo que les tenía que contar.

Clara, les dijo a sus hijos y nietos que quería una última voluntad, que buscaran a su padre  para poder darle un entierro digno, y  cuando ella muriese, poder descansar a su lado. No dudaron ni un momento, y al día siguiente empezaron a mover todos los papeles pertinentes para encontrar a su padre que yacía en un cementerio, en una fosa común.

Y llegó el día, en que tuvieron que sacar los restos de su padre,  allí estaban, metidos en un saco de tela, en su cráneo se apreciaba el disparo que le quieto la vida. Le hicieron un entierro digno, como su madre quería.

A los pocos años Clara murió, la enterraron  con su esposo, respetando  su voluntad. Después del entierro todos sus hijos y nietos  se fueron a celebrar que por fin yacían en el mismo lugar. Juntos como ellos siempre desearon estar.  Cuando terminaron de comer, sacaron del cofre una ultima voluntad de Clara, era una carta extensa, en la que les decía a sus hijos que nunca dejaran de luchar por la igualdad de oportunidades, por la libertad de expresión, por sus derechos y sus deberes, que inculcaran a sus hijos, el sentido de la responsabilidad, y que nunca se avergonzasen de su historia familiar, que supiera todo el mundo, que a su padre le quitaron la vida, por luchar por los derechos de los pobres y por gritar LIBERTAD.
Y así lo hicieron, ya nunca más sintieron miedo de hablar claramente de lo que le ocurrió a su padre.
Y esta es la historia del cofre de madera, que guardaba una hermosa historia de AMOR Y LIBERTAD.





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